A lo largo de su vida, la mujer atraviesa cambios hormonales profundos: desde la adolescencia, pasando por el ciclo menstrual, el embarazo, el postparto, hasta la menopausia. Sin embargo, muchos de los síntomas que ella experimenta se han normalizado, incluso por mujeres médicas, sin reconocer que no son inevitables, ni normales, ni saludables.
Es “normal” que una adolescente tenga reglas dolorosas, que una mujer adulta tenga cambios de humor antes de la regla, que en el postparto sufra depresión o que en la menopausia pierda masa ósea y libido. Pero, ¿es “normal” solo porque le ocurre a muchas? No.
Esas tensiones emocionales, los dolores, la fatiga, la ansiedad premenstrual, la caída de pelo, la sequedad vaginal, no son “cosas de mujeres”, son señales de desequilibrios hormonales que pueden y deben corregirse. El exceso de estrógenos, la falta de progesterona, los niveles bajos de testosterona, el cortisol alterado: todo ello se puede abordar antes de que se convierta en enfermedad.
Es necesario perder el miedo al tratamiento hormonal. Las hormonas no son peligrosas; al contrario, las hormonas controlan todo el organismo y toda nuestra vida, por lo que es imprescindible tenerlas equilibradas. Hoy, con las hormonas bioidénticas, podemos lograr ese equilibrio de forma segura y efectiva.
Conclusión: la mujer es esa gran incomprendida: sus síntomas se han aceptado como parte de su naturaleza, cuando en realidad son alertas de que su equilibrio hormonal necesita atención. Y hasta que no se entienda eso, seguiremos tratándola solo cuando aparezca la enfermedad, y no antes.


