Muchas mujeres notan, en los días previos a la menstruación, una mayor irritabilidad, tristeza, llanto, depresión, ansiedad, hipersensibilidad o sensación de agotamiento emocional, irritabilidad. A veces se acompañan de dificultad para concentrarse, insomnio o una necesidad exagerada de comer dulce o salado.
Todo esto se engloba dentro de lo que comúnmente se llama síndrome premenstrual, y aunque se ha normalizado, no es un proceso saludable.
Estas alteraciones del estado de ánimo tienen una base hormonal muy clara. Durante la segunda fase del ciclo, los niveles de estrógenos deberían ser compensados con un aumento de la progesterona, una hormona que tiene un efecto calmante natural sobre el sistema nervioso.
Cuando la ovulación es débil o no se produce correctamente, la cantidad de progesterona generada es insuficiente, y el cerebro queda bajo el predominio de los estrógenos. Este desequilibrio se traduce en inestabilidad emocional, ansiedad, tristeza y dificultad para manejar el estrés. Además, el exceso de estrógenos favorece la retención de líquidos, la inflamación y la congestión mamaria, que agravan la sensación de malestar físico y mental. A nivel neuroquímico, se reduce la producción de serotonina y dopamina, lo que explica la caída del ánimo y de la energía en esos días.
Por tanto, no se trata de “carácter” ni de “hormonas locas”, sino de un desequilibrio funcional real que puede corregirse regulando los niveles de progesterona, mejorando la función ovárica y reduciendo los factores que potencian la dominancia estrogénica (estrés crónico, exceso de peso, mala alimentación o exposición a tóxicos hormonales).
En resumen: las tensiones emocionales y los cambios de humor menstruales no son un proceso normal ni inevitable, sino una señal de desequilibrio hormonal. Comprenderlo y tratar su origen es la clave para recuperar la estabilidad emocional y el bienestar que deberían acompañar a un ciclo menstrual saludable.

